de tu alma de niño
prendado a las nubes
de un cristalino cielo.
Y me uno con las flores
de un atardecer rojizo
que sangran de dolor
sin esperar consuelo.
Estallan en mis oídos
los ecos invisibles
de los ruidos esta noche..., sonidos fraccionando la percepción del espacio y la estructura del tiempo.
Siluetas que se desplazan
en minutos casi eternos
bailan en la acústica musical de una noche de desvelos.