En medio del decir y el no cumplir a sus promesas,
encontró muerto,
el amor que por él sintió.
¡Un nuevo amanecer déspota surgía!
Víctor de la noche,
verdugo de su fe,
su candidez
y su armonía.
Así enterramos a
Doña Cándida Amorosa.
Con lágrimas que hacían grietas en el cielo.
¿Quién la extraña después de haber bajado al suelo...,
quién reza un rosario
o quién ofrece algún consuelo?
Continúa muerta para ti
y para el mundo entero
Doña Cándida Amorosa
no está aquí,
se marchó,
se deshizo
mas no precisamente
está en el paraíso.
Precioso Leah Marr, aunque triste, pero el poeta lo hace bello.
ResponderBorrarGRACIAS POR COMPARTIR Y POR TU PRESENCIA.
UN ABRAZO
Gracias por tu comentario, para mi es un privilegio que te haya gustado el poema
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